Pero qué prostituida está la palabra motero! Ya no sé ni lo que soy. Hubo un tiempo en que las motos se llamaban motocicletas y los que las llevaban, motociclistas. Supongo que era inevitable y de alguna manera había que llamarles a quienes eligieron subirse en semejante ingenio. También hubo un tiempo en que pasaron a llamarse motoristas, por aquello de acortar un poco, y también se acortó un poco y la motocicleta pasó a llamarse moto. Y como cada vez somos más vagos, pues de moto, motero. Tampoco vamos a sacarle más punta.
En alguno de esos momentos cada uno entró en contacto con las motos y si fue de su agrado no le importó que le llamaran eso que identificaba a las personas que iban en motocicleta, llámese motociclista, motorista o motero. En mi caso fue motero. Aprendí lo del saludo, lo de parar y ayudarse por el mero hecho de ser moteros, lo del respeto, lo de la hermandad… el Espíritu Motero. Toda una filosofía de vida que encajaba conmigo.
Pasa el tiempo y ya monta en moto cualquier hijo de vecino. Usa la moto como un vehículo ágil que aparca en la puerta y da una cierta libertad, independencia, rebeldía y juventud. Y esa cierta libertad puede ser que evite el coñazo de llevar a un hijo al colegio y le compran la moto para que se vaya él solito mientras su madre, ya de paso, se caga de susto cada día hasta que vuelve sano y salvo. Y como el papá de Fulanito le ha comprado una moto a Fulanito para ir al cole –y para molar más que toda la pandilla-, pues sotanito dice: papá, cómprame una a mí. Y va y se la compra. Entonces lo que hemos hecho todos en bici, aprenden a hacerlo en moto. Aún recuerdo la primera vez que ví hacer un caballito en una Vespino. Me parecía increíble levantar una moto sin marchas. Al poco cualquier chavalín sabía hacer caballitos con sus scooters. Y quien dice caballitos, dice barrabasadas de todo tipo. Igual que los personajes de la segunda generación de los comics de Joe Bar, sus talentos y atrevimientos se multiplicaron cuando accedieron –por edad- a motos de mayor cilindrada y, con el tiempo, así nos luce el pelo.
Les debe parecer muy de puretas y anacrónico saludar a otros moteros. Les parecerá una chorrada parar a ayudar a alguien que seguro lleva un móvil para llamar a la asistencia. Les hará sentir como gilipollas hablar con otro motero en la gasolinera si no le conocen o saber algo del mundo del motociclismo antes de Valentino Rossi, cuyo 46 lucen en sus motos como si ya les hiciera correr más y ser más que los demás. Con una moto deportiva y un casco réplica de Rossi ya son la rehostia de moteros. Y hacen caballitos, queman rueda y se saltan todas las normas de tráfico, de respeto y solidaridad que yo aprendí cuando quise vivir más la moto.
Ahora resulta que los moteros son eso: gamberros. Yo no soy gamberro. No me gusta que me metan en el mismo saco que a esos gamberros. A ésos que les metan en un saco aparte y les llamen por su nombre: gamberros. Quiero que me devuelvan el orgullo de ser motero, de utilizar esa palabra con la cabeza bien alta, que la gente entienda que entre vivir la moto y usarla sin saber lo que es el espíritu motero hay todo un mundo. Que los verdaderos moteros despreciamos lo que hacen estos nuevos usuarios. Que preferimos dejar de llamarnos moteros antes de que nos metan en el mismo saco. Que esos gamberros no tienen nada que ver conmigo y siento en el alma que hayan elegido la moto para hacer sus fechorías. Esos ni son moteros ni nada que se le parezca. Lo jodido es que para diferenciarnos hay que saber que hay varios tipos y eso no te creas que lo va a saber casi nadie. Si todavía no diferencian un ciclomotor de una moto igual va a ser mucho pedir.